En un reciente episodio del programa radial Gota de Lluvia, la conductora Cecilia Lagos conversó con la mediadora cultural Estéfani Díaz Azúa sobre cuatro revelaciones en torno a la lectura y la infancia que invitan a repensar la literatura infantil y juvenil.
Una “militante de la infancia y el afecto”
Narradora oral, mediadora cultural y autodefinida “militante de la infancia y el afecto”, Estéfani Díaz Azúa fue reconocida en 2024 como parte de las 100 Jóvenes Líderes de Chile. Desde su experiencia en espacios comunitarios, bibliotecas y residencias de protección, su trabajo pone el foco en la lectura como un acto de vínculo y cuidado.
Más que pensar en la lectura como una habilidad escolar o un ejercicio individual, Díaz Azúa la concibe como una herramienta para construir afecto, identidad y comunidad. Su propuesta dialoga con experiencias de fomento lector y proyectos de literatura regional que buscan situar a niños y niñas como protagonistas de sus propias historias.
Primer descubrimiento: la lectura no empieza ni termina en un libro
En el centro de su enfoque está la mediación lectora, entendida como la creación de un puente entre una persona y una historia. Ese puente no siempre pasa por un libro: puede ser una narración oral, un textil que cuenta una historia con sus hilos o un objeto cotidiano que evoca un relato compartido.
Una de sus herramientas más potentes es el fanzine poético, un formato vinculado a la contracultura y la autogestión. A través de recortes de poemas de distintas autoras, niños y niñas pueden construir su propio collage literario: “cada persona puede construir su propia poesía a partir de extractos de otras poetas”. Al ver su texto impreso, dejan de ser solo consumidores y se convierten en creadores.
El resultado es un impulso genuino por seguir leyendo y escribiendo en comunidad, un deseo que nace del goce y no de la obligación. La lectura deja de ser una tarea para convertirse en una experiencia compartida de juego, creación y pertenencia.
Segundo descubrimiento: la brecha lectora se abre antes de nacer
Una de las ideas más contraintuitivas que plantea Estéfani Díaz Azúa es que la relación con la narración comienza incluso antes del nacimiento. Desde la vida intrauterina, señala, somos seres permeables a la voz y la emocionalidad de la madre: el primer contacto con el lenguaje llega a través del ritmo.
Invocando a Octavio Paz, recuerda que el ritmo “es a la palabra como la célula de la vida”. Todo parte con el latido del corazón, ese pulso universal que nos acompaña antes de cualquier palabra. Sobre ese ritmo se construyen nanas, cantos, poesía y folclore oral: un universo simbólico que abre o cierra posibilidades.
Aquí se juega también la brecha lectora. Los niños y niñas que no acceden a estas primeras narraciones rítmicas —canciones, arrullos, versos— pierden un terreno muy difícil de recuperar. Su mundo simbólico se estrecha y las palabras disponibles para nombrar su propia experiencia se vuelven más escasas, profundizando desigualdades que luego se reflejan en la escuela.
Tercer descubrimiento: leerle a un niño es decirle “existes”
Cuando una persona adulta lee en voz alta a un niño, hace mucho más que decodificar palabras. Le ofrece tiempo, atención plena y presencia afectiva. Sin necesidad de decirlo explícitamente, el acto de leerle en voz alta equivale a un “estoy aquí para ti” y a un “tu historia importa”.
Díaz Azúa vincula esta idea con la reflexión del biólogo y pensador chileno Humberto Maturana, quien entendía el amor como el respeto del otro como un “legítimo otro”. Esa existencia, sostiene Estéfani, no se sostiene si no es nombrada por otra voz. Ser leído, ser nombrado, es ser reconocido en el tejido simbólico de la comunidad.
En su trabajo en residencias infantiles, se encontró con la expresión más dura de esa ausencia de reconocimiento en la frase de un niño que no sabía escribir bien su nombre: “si es que está mal escrito, no importa, porque a nadie le importa mi nombre”. Esta confesión revela la profundidad de las heridas que deja una infancia sin narración, sin mirada ni palabra que la sostenga.
Cuarto descubrimiento: de lectores obligados a “electores” de historias
El sistema escolar, aunque bien intencionado, suele asociar la lectura a la evaluación, la prueba estandarizada o la adquisición de habilidades medibles. La lectura se vuelve una herramienta utilitaria y pierde su dimensión de disfrute. “Se mueren las ganas de leer cuando se instrumentaliza”, advierte Estéfani Díaz Azúa.
Desde su experiencia en la Biblioteca Interactiva Latinoamericana Infantil y Juvenil (BILIJ), propone una respuesta sencilla pero radical: transformar a los lectores en electores. En las sesiones de mediación, se presentan varios libros, se genera un “enamoramiento” inicial con cada uno y son los propios niños quienes votan por la obra que quieren escuchar.
Esa decisión colectiva crea un pacto tácito de responsabilidad y disfrute. No es necesario pedir silencio ni atención: el deseo de escuchar nace de la elección propia. En lugar de imponer lecturas, la escuela y las bibliotecas pueden convertirse en espacios donde se ejerce la autonomía cultural desde la infancia.
La lectura como refugio, afecto y resistencia
La mirada de Estéfani Díaz Azúa sitúa la lectura en el plano de lo esencial: no como un lujo ni como un requisito escolar, sino como una herramienta para construir afectos, tejer comunidad y dar forma a la identidad. Leer, en este sentido amplio, es tan necesario como el alimento o el refugio.
Mediar la lectura se vuelve, entonces, un acto de amor y de resistencia: una forma de defender el derecho de la niñez a ser nombrada, escuchada y reconocida. Como ella misma afirma, se siente privilegiada de que su trabajo “le llene el corazón” y la impulse a crear, siempre junto a niños, niñas y jóvenes.
La invitación que deja este episodio de Gota de Lluvia es clara: la próxima vez que pensemos en “fomentar la lectura”, quizás el mejor punto de partida no sea solo ofrecer un libro, sino reservar tiempo, prestar la voz y disponernos a escuchar, con calma, la historia que se construye entre quienes leen y quienes son leídos.
